domingo, 30 de septiembre de 2007

ES QUE BICICLETA, SI TIENEN


Probablemente conozcan el chiste: Un convencido comunista se encuentra con un vecino y éste, ante el fervor del susodicho, le hace unas preguntas;
-¿Qué harías si tuvieras un coche?
- Si tuviera un coche, lo donaría al partido para que lo utilizaran como transporte.
-¿Y si tuvieras un chalet?
- Lo daría al partido para que lo habilitaran como sede o para lo que les pareciera más oportuno.
-¿Y si tuvieras un reloj de oro?
- Lo donaría al partido.
-¿Y si tuvieses una bicicleta?
-¡Ah, no! ¡Que bicicleta, si tengo!
Desde hace unos días, no dejo de recordar al amigo de la bicicleta. Cada vez que veo el telediario, vamos. Veo a esas criaturitas del Señor, quemando, un día fotos con la imagen del Rey, otro banderas españolas y me pregunto: ¿Por qué no queman sus permisos de conducir donde se lee “Reino de España” o sus títulos académicos donde dice: “Juan Carlos I, Rey de España y en su nombre, el Ministerio de Educación y ciencia”? Pues lo mismo que el comunista del chiste.
Es que lo de los títulos, me tiene loca. No comprendo porqué, en los “territorios ocupados”, donde el Estado no controla el contenido de los programas que se enseña a los estudiantes, a los churumbeles, una vez terminados sus estudios, después de haber aprendido los principales afluentes del Ter y como las tropas imperialistas españolas invadieron sus naciones, arrasando a sangre y fuego todo lo que encontraban a su paso, se les otorga un título del Ministerio de Educación. Pues muy mal; el título tendría que decir:”El lehendakari Ibarreche y en su nombre, el Departamento de Educación del Gobierno Vasco” o mejor aún; “El espíritu de Sabino Arana y en su sagrado nombre…”
Quedaría monísimo.
Por cosas como estas, se demuestra que España es un país singular. En vez de tener un sistema electoral que garantice la estabilidad y fortaleza del Estado, tenemos una ley electoral más propia de los amigos micronesios de ZP que de la nación española. En los países civilizados, en esos donde no hay periodistas, jueces, catedráticos o políticos que lleven escolta, el turno de partidos funciona a las mil maravillas. Claro, por eso en sus parlamentos, personas serias debaten asuntos serios y no pierden el tiempo escuchando las propuestas de los representantes del “Partido Comunista Reformista Escocés de las Highlands” o de los “Amigos de Minessota del Kukuxklan Anabaptista”
Pero para eso, tendríamos que volver a tener políticos de la talla de Don Antonio Cánovas del Castillo o de Don Práxedes Mateo Sagasta y no la caterva de oligofrénicos, flojos y pusilánimes que nos ha tocado en suerte.
¡ Pero las minorías no tendrían representación parlamentaria ¡ Efectivamente, es que de eso se trata, precisamente. Las minorías nunca estarán proporcionalmente representadas. Es imposible. De hecho, no hay ciegos, gitanos o ventrílocuos en el Parlamento. Y es una pena porque entre los parlamentarios de ERC y Mari Carmen y sus muñecos, me quedo con Doña Rogelia sin ninguna duda.

UN PAR DE HOSTIAS


No lo digo yo, lo dice San Ulpiano: “La justicia es la voluntad constante y permanente de dar a cada uno lo suyo”. Pues yo siento, constante y permanentemente, la necesidad de darle dos hostias a Ibarreche. No dos tortas, tres sopapos o un cachete sino dos hostias y además, bien dadas. Es lo suyo. Y me quedaba tan a gusto. Seguro que si Sarkozy tuviera un “ibarreche” ya se las hubiera dado. Pero, lamentablemente, Zapatero no es Sarkozy. Zapatero es un
Presidente de gobierno abyecto, traidor y tonto del culo que ríe las gracias de reyezuelos de taifas tan tontos como él.
Y así va todo como va. En cualquier país del mundo, en el más civilizado, un terrorista que está siendo juzgado por amenazas terroristas como esa alimaña de Iñaki Bilbao, hubiera atravesado el cristal blindado del par de hostias que le hubieran soltado los policías que le vigilan ante el más mínimo desacato. Aquí no, Bilbao le ha dicho al presidente del tribunal que lo juzga, que le va a pegar siete tiros y le va a arrancar la piel a tiras y le ha llamado además “fascista, enano mental, parásito y cerdo”, entre otras lindezas. Corrijamos: fascistas son ellos, los etarras, los nacionalistas que tienen conculcadas las libertades de los ciudadanos mientras cuentan al mundo que están invadidos, los que imponen su ideario político con bombas lapa y tiros en la nuca. Enano mental era Sabino Arana, un tipo oligofrénico, misógino, orate, paranoico y racista, que se creía elegido por Dios para salvar al pueblo vasco de su cautiverio y que es el padre del nacionalismo vasco. Parásito es Iñaki Bilbao porque su estancia en la cárcel se la pagamos todos los españoles y parásitos son todos ellos porque viven del impuesto revolucionario de miles de honrados comerciantes y de las subvenciones que les regala el Gobierno vasco. Cerdos son los miembros de Herri Batasuna y partidos catalanes y gallegos afines, porque aparecen en sus comparecencias públicas con la ropa sucia, sin peinarse y con el aspecto de no haber tocado una pastilla de jabón hace semanas.
Los siete tiros que desea pegarle al juez no deseo que se los peguen a él. Yo no tengo potestad para disponer de una vida humana aunque sea la de esta alimaña pero deseo que el tiempo que le quede de vida lo pase en la cárcel junto a sus compañeros de armas, pero no cerca de casa para que su madre le lleve el marmitako calentito sino en Las Chafarinas (es una lástima que ya no tengamos Guam). Es mucho más que lo que él concedió a sus victimas.
Y ahora, a aguantarse con el tonto de Ibarreche porque quiere hacer un referéndum. Pero tranquilos, que primero tendrá que escuchar al tonto de Zapatero. Lo que yo digo, un par de hostias.

lunes, 17 de septiembre de 2007

MEMORIA HISTORICA


Hay expresiones de los niños que nos hacen mucha gracia. Una de ellas es cuando les escuchamos decir “cuando era pequeño no me gustaba tal cosa”. Con cuatro o cinco años, la memoria reúne pocas vivencias pero recordamos lo que hemos escuchado, visto y experimentado, tengamos tres años, veinte o setenta y cuatro.
A juzgar por la utilización de la llamada “memoria histórica”, podría pensarse que hay quien pretende distorsionar la historia con algún oscuro propósito; para obtener un rédito político, tal vez. Puede ser, pero todo indica que lo que subyace es algo más complejo en cuanto al contenido aunque muy simple en su enunciado: no se puede recordar lo que no se ha vivido. Esto es, no puede saberse que se está manipulando la historia de España si esta historia es desconocida por gran parte de los españoles.
Los españoles tenemos un concepto de nosotros mismos muy negativo, debido en parte a la estela dejada por la Leyenda Negra. Creemos que somos vagos, pueblerinos, pobretones, y utilizamos expresiones como “la España profunda” o “la España de charanga y pandereta”. Creemos que somos tan poco, que incluso muchos han descubierto que no son ni siquiera españoles. Miramos a los turistas europeos como las vacas al tren, ignorando que a los antepasados de la pareja de belgas que toma el sol a nuestro lado en la playa, se les abrían los esfínteres ante la llegada de nuestros Viejos Tercios y nos flagelamos la espalda por la expulsión de los judíos bajo el reinado de los Reyes Católicos cuando nuestros socios comunitarios alemanes asesinaron a seis millones en los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial.
Ignoramos nuestra historia y en vez de acercarnos a ella y conocerla, delegamos en otros la tarea de analizarla y decidir quienes son los buenos y quienes los malos. El resultado es que por arte de birlibirloque, pretéritas revueltas de campesinos se han convertido en conatos independentistas; lenguas habladas por los labriegos en algunas zonas de la península, cuyo léxico se reduce a los términos usados en la siembra y recolección de los rábanos, se han transformado en antiquísimos lenguajes hablados desde la prehistoria; mesiánicos enanos mentales como Sabina Arana o Blas Infante son ahora padres de las patrias, y el Imperio de ultramar, con un legado de cuatrocientos millones de hispanohablantes, no es más que el mayor genocidio de la Historia. Con un par.
La manipulación y la distorsión históricas son más sui géneris y parciales a medida que los hechos juzgados están próximos al presente. Verbi gratia, la Guerra Civil Española; guerra que perdimos todos los españoles y de la que, setenta años después, se siguen exhumando miles de fémures de milicianos y alguna rótula de falangista.
Pues en vez de jugar a los paleontólogos, podíamos rescatar la memoria histórica de todos y cada uno de nuestros antepasados, de los que participaron en la Batalla de Las Naves de Tolosa y de los que se batieron en el Sitio de Luchana; de los cristianos viejos y de los conversos; de los ilustrados y de los iletrados. No hay un solo español, por muy nacionalista vasco o independentista catalán que sea, que no posea genes de los que cruzaron el continente americano, atravesando desiertos y ciénagas infestadas de sanguijuelas; de los que repoblaron las tierras de la Reconquista; de los que echaron a tiros a los ejércitos de Napoleón o de los que tallaron las piedras con las que se construyeron las catedrales de Burgos o Toledo.
La historia es un patrimonio que debemos conocer, respetar y divulgar y dejar de preguntarnos si el abuelo de nuestro vecino luchó al lado de Miaja o de Queipo de Llano porque de lo que no hay duda es que su abuelo, al igual que los míos, luchó por España. Los que no quieran saber de donde vienen, quienes les precedieron y como han llegado hasta aquí, que no lo hagan, pero los que estamos orgullosos de nuestras gestas, victorias, derrotas, errores y aciertos, exigimos el más profundo y sentido de los respetos.

sábado, 15 de septiembre de 2007

RAZA SUPERIOR


Lo confieso: soy medio-maketa. Esto es; a pesar de que mis padres, abuelos y yo hemos nacido en Bilbao, una parte de mis antepasados provienen de Santander y de Burgos. Mi sangre es 0 Rh negativo pero es obvio que en mi código genético hay genes maketos. Yo ya lo sospechaba; mi afición por la tauromaquia, la emoción que manifiesto cuando escucho la “Marcha Real”… no sé, pequeños detalles que poco a poco te van dando la voz de alarma.
El remate ha sido las lecturas del padre del nacionalismo vasco, el ínclito Sabino Arana Goiri. En su libro “¿Qué somos?”, publicado en Buenos Aires en 1965 por la editorial Sabindiar-Batza (ya sólo con el título, sabemos que nos encontramos con una obra profunda que probablemente tiene sus fuentes en los filósofos presocráticos), Arana manifiesta su pensamiento en frases que deberían ser conocidas por todos. Verbi gratia: “la fisonomía del bizkaíno es inteligente y noble; la del español, inexpresiva y adusta”; “el bizkaíno es de andar apuesto y varonil; el español, o no sabe andar o si es apuesto es tipo femenil”; “el bizkaíno es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos”; “el bizkaíno no vale para servir, ha nacido para ser señor; el español no ha nacido más que para ser vasallo y siervo”; “el bizkaíno degenera en carácter si roza con el extraño; el español necesita de cuando en cuando una invasión que le civilice”; “el bizkaíno es caritativo aun para sus enemigos; el español es avaro aun para sus hermanos”; “el bizkaíno es amante de su familia y su hogar; entre los españoles, el adulterio es frecuente así en las clases elevadas como en las humildes, y la afección al hogar en estas últimas nula porque no la tienen”; “oídle hablar a un bizkaíno y escuchareis la más eufónica, moral y culta de las lenguas; oídle a un español y si sólo le oís rebuznar podéis estar satisfechos pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias”.
Es obvia nuestra inferioridad como raza. Al principio me sentí desolada pero en seguida pensé: “tiene que haber algo en lo que seamos superiores”. Una española no hubiera sido capaz de realizar un exhaustivo estudio del tema pero, afortunadamente, yo solo soy medio-española, por lo que puedo utilizar mi medio cerebro vasco para analizar, comparar y discernir. Después de mucho pensar he descubierto un aspecto en el que somos superiores a los vascos: la vista. Si, queridos lectores, los españoles tenemos una vista muy superior a la de los vascos y si no me creen, vayan a las vascongadas y compruébenlo. Verán, si vivieran ustedes en Guernica, Murguía o Lequeitio, observarían en las multas de aparcamiento que todo el texto se puede leer en euskera, en grandes letras, generalmente en negrita y que debajo de cada concepto aparecen unas manchitas diminutas, como escritas con un hilo de araña; es la traducción al castellano. En las máquinas de la O.T.A. en Bilbao ocurre lo mismo; si alguien quiere sacar un ticket de aparcamiento, al lado de cada botón aparecen las indicaciones en euskera en un tamaño de letra que se puede leer fácilmente a diez metros de distancia. En cambio, los términos traducidos al español, son para alguien que tenga la vista del águila pescadora.
Y esto es así en cualquier cartel, documento oficial, impreso de la administración, factura, etc.
Pero claro, hay muchos letreros y documentos que solo vienen en euskera, a pesar de que es una lengua minoritaria en Vascongadas, y mi parte española, sibilina y retorcida se pregunta: “¿no será que en el fondo los españoles somos más inteligentes que los vascos y podemos llegar a los sitios sin indicaciones y rellenar formularios sin entenderlos? ¿No nos pasará como a los humanos de “el planeta de los simios” que estamos anulados y en el fondo, poseemos destrezas y conocimientos que simplemente, hemos olvidado?”.
Tanta siesta, tanta tortilla de patatas y tanta zarzuela, y ya no distingo el blanco del negro.

sábado, 1 de septiembre de 2007

EUSKO-PEDIGRÍ

En todas las cadenas de televisión se emiten programas de un formato parecido: una caterva de machos y hembras (decir señoras y señores sería irrisorio) son contratados para explicar sus experiencias sexuales con algún torero o futbolista, vivo o difunto, en medio de un torrente de descalificaciones, insultos e improperios. Viendo el pelaje de estos personajes es comprensible que hablen de sus aparatos genito-urinarios, porque para debatir sobre la desamortización de Mendizábal o sobre el sistema público de salud, se requiere un léxico de más de cincuenta vocablos y un cociente intelectual superior a doce. No es el caso.
Los famosos de toda la vida, los artistas de pedigrí, de telón o de corchea, no se relacionan con la recua de pelandruscas ordinarias que tratan de demostrar que sus hijos lo son también de Julio Iglesias. Muchos malviven de los cuatro duros que les quedan de la última película en la que trabajaron pero jamás aparecerán en televisión hablando de su vida privada o luciendo tórax en el papel couché.
Pero los caminos del Señor son inescrutables y en ocasiones, algún productor televisivo, agradecido por los servicios prestados o pensando quizás que griego y francés son idiomas, contrata a una de estas criaturas como tertuliana en algún programa y la chica en cuestión pasa de vivir en Getafe y trabajar los fines de semana en la Casa de Campo a ganar una pasta gansa y a convertirse en una estrella mediática. En este nivel es fácil coincidir con los actores y actrices consagrados, con cantantes de treinta años de carrera en las laringes, incluso con escritores y políticos. ¿Qué ocurre entonces? Sencillamente que los artistas de postín no se limitan a despreciar a la ordinaria de turno, sino que la ignoran. Probablemente la famosilla en cuestión gana más por programa que muchos actores por película pero jamás será como ellos, jamás entrara a formar parte de su círculo ni compartirá experiencias, prestigio o respeto. Y la famosilla, por muy boba que sea, lo sabe y sino, se lo harán saber.
Básicamente es lo mismo que ocurre en el País Vasco. Muchos de los hijos y nietos de los que se trasladaron de Andalucía, Galicia o Castilla a las Vascongadas en los años cincuenta, sesenta y setenta para trabajar en el tejido industrial vasco son ahora convencidos nacionalistas vascos. Son más vascos que nadie y para demostrarlo envían a sus hijos a la ikastola, a clases de chistu y de danzas vascas y les dicen que ellos son Ama y Aita, y les ponen nombres absolutamente vascos como Aitor o Naiara, nombres espantosos que cuando van seguidos de un Borreguero o del clásico González, dan ganas de pegar al niño. Muchos apellidados Quintana, García o Velasco son ahora Kintana, Gartzia y Belasko pero lo realmente gracioso del tema es que por mucho que modifiquen sus nombres y apellidos, por mucho que voten al PNV o a HB, por mucho que se despidan con un “agur” o que se beban al día tres botellas de chacolí, nunca serán considerados vascos por los otros vascos; los que se consideran miembros de una raza que nada tiene que ver con las demás, los que hablan una lengua que no pertenece a ninguna familia lingüística. Vamos, los del RH negativo. Así que cuando las luces de neón se apaguen y los Karlos y las Ánjeles hayan contribuido a inclinar la balanza de las urnas (aunque esto no tiene mucha dificultad con 250.000 vascos en el exilio), los de los ocho apellidos vascos, los que creen que Franco violó a sus abuelas y Fernando el Católico a sus tatarabuelas, les van a recordar que no son más que “maketos” y van a sentirse tan despreciados y denostados que ser de Villanueva de la Serena les va a parecer un lujo asiático.