sábado, 5 de enero de 2008

VUELVE, BALTASAR


Hoy, 5 de enero, los Reyes Magos dejaran durante la noche, miles de regalos a los niños españoles. ¿A todos? A todos, no; a los niños vascos los juguetes se los trae el Olantzero. Claro, si los romanos no pudieron establecerse en Vascongadas dada la resistencia de los vascones, mucho menos vamos a permitir que tres magos de Oriente, reyes para más inri y con aspecto feminoide, se paseen a lomos de camello por las tierras vascas.
Si están ustedes pasando las Navidades en Bilbao como es mi caso, y ven de pronto a un fulano barrigón, barbudo, desaliñado, seguido de una cuadrilla de niños, no se asusten; no es ningún miembro de la mesa nacional de Herri Batasuna sino el entrañable Olentzero.
Salvo en algunas zonas de Navarra, Álava y Guipúzcoa y en versiones que van desde un asesino de niños que vive escondido en el bosque, hasta un carbonero misántropo que acude a los pueblos por Navidad como el de El Almendro, nadie había oído hablar de tan singular personaje. ¿Forma parte de la cultura vasca? Bueno, pues supongo que sí, al igual que otras leyendas, como ocurre en cualquier región del mundo. Ahora bien, que de un cuento popular se pase a que es un elemento característico de la Navidad en el País Vasco hay un abismo.
Es lo de siempre, crear elementos diferenciadores para demostrar que no somos españoles. Mientras los niños vallisoletanos van al conservatorio de música a aprender a tocar la flauta travesera, aquí los niños aprenden a tocar la chalaparta, antiquísimo instrumento formado por dos tablones colocados horizontalmente que produce un refinado y alegre sonido al ser golpeado por dos leños. Lo que es a Beethoven, no se puede interpretar pero para acojonar, no tiene igual.
Y todo existe desde la Prehistoria, oiga; el euskera, el chistu, el Olentzero, el panteísmo, el árbol de Guernica y los besugos de Bermeo. Hay que estar loco o ser tonto de remate para no querer pertenecer a un pueblo tan singular.
Pues nada, que ya se acerca la noche. Voy a afilar un cuchillo jamonero que tengo en la cocina porque como me aparezca de madrugada el hijo de la gran puta del Olentzero, le voy a hacer picadillo.

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