lunes, 7 de diciembre de 2009

EL AGUILUCHO (2ª PARTE)

No obstante, no puedo olvidar la persecución terrible que sufrieron los polacos cuando su nación fue invadida por alemanes y soviéticos en 1939. Los nazis, a través de las distintas fuerzas de seguridad y del ejército del III Reich, se cebaron con ahínco en las clases medias polacas: médicos, profesores, escritores, abogados eran asesinados en plena calle o aniquilados en los campos a los que fueron trasladados. Cuando Alemania llevó a cabo la invasión de la URRS tras la “Operación Barbarroja” fueron asesinados entre 140.000 y 580.000 comisarios. El objetivo era claro: aniquilando a las clases medias y a la intelectualidad de un país, acabarían fácilmente con la identidad nacional de los territorios ocupados. En cambio, los campesinos y los obreros serían útiles como mano de obra.
El Partido Nacionalsocialista, igual que los partidos de extrema izquierda, se sitúan en el extremo del espectro político, alejados a mucha distancia del Liberalismo. Para aquellos, el individuo carece de valor y si además se trata de un individuo “pensante” se convierte en peligroso y en objetivo para eliminar.
Las atrocidades cometidas durante el III Reich no se explican solo por las psicopatías de Hitler, Goebbels o Hess sino porque el pueblo alemán dejó de pensar por si mismo y delegó en otros la tarea de decidir quienes eran los buenos y quienes los malos.
España, salvando las distancias con la terrible Europa de los años treinta, viene demostrando una inercia similar. A los vascos, un loco misógino y esperpéntico les contó que “su sagrada patria” estaba invadida y la maquinaria nacionalista siguió fabricando embustes para continuar reclamando lo que no se puede reclamar. En Valencia, algunas personas creen que España invadió dicha región tras la Batalla de Almansa. Muchos andaluces están convencidos que durante los siglos de ocupación musulmana, Al-Andalus era un vergel de riquezas, sabiduría, tolerancia y convivencia pacífica entre las tres grandes religiones monoteístas. Y todo ello nos lleva a lo mismo: hemos delegado en algunos “iluminados” para que nos digan la verdad, nuestra verdad, la única posible y hemos decidido no realizar ningún esfuerzo en cotejar la información, en investigar, ni siquiera en usar el sentido común.
Es incomprensible que a estos iluminados que dirigen nuestros odios, recelos y simpatías, les moleste tanto un “aguilucho”.

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