lunes, 17 de septiembre de 2007

MEMORIA HISTORICA


Hay expresiones de los niños que nos hacen mucha gracia. Una de ellas es cuando les escuchamos decir “cuando era pequeño no me gustaba tal cosa”. Con cuatro o cinco años, la memoria reúne pocas vivencias pero recordamos lo que hemos escuchado, visto y experimentado, tengamos tres años, veinte o setenta y cuatro.
A juzgar por la utilización de la llamada “memoria histórica”, podría pensarse que hay quien pretende distorsionar la historia con algún oscuro propósito; para obtener un rédito político, tal vez. Puede ser, pero todo indica que lo que subyace es algo más complejo en cuanto al contenido aunque muy simple en su enunciado: no se puede recordar lo que no se ha vivido. Esto es, no puede saberse que se está manipulando la historia de España si esta historia es desconocida por gran parte de los españoles.
Los españoles tenemos un concepto de nosotros mismos muy negativo, debido en parte a la estela dejada por la Leyenda Negra. Creemos que somos vagos, pueblerinos, pobretones, y utilizamos expresiones como “la España profunda” o “la España de charanga y pandereta”. Creemos que somos tan poco, que incluso muchos han descubierto que no son ni siquiera españoles. Miramos a los turistas europeos como las vacas al tren, ignorando que a los antepasados de la pareja de belgas que toma el sol a nuestro lado en la playa, se les abrían los esfínteres ante la llegada de nuestros Viejos Tercios y nos flagelamos la espalda por la expulsión de los judíos bajo el reinado de los Reyes Católicos cuando nuestros socios comunitarios alemanes asesinaron a seis millones en los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial.
Ignoramos nuestra historia y en vez de acercarnos a ella y conocerla, delegamos en otros la tarea de analizarla y decidir quienes son los buenos y quienes los malos. El resultado es que por arte de birlibirloque, pretéritas revueltas de campesinos se han convertido en conatos independentistas; lenguas habladas por los labriegos en algunas zonas de la península, cuyo léxico se reduce a los términos usados en la siembra y recolección de los rábanos, se han transformado en antiquísimos lenguajes hablados desde la prehistoria; mesiánicos enanos mentales como Sabina Arana o Blas Infante son ahora padres de las patrias, y el Imperio de ultramar, con un legado de cuatrocientos millones de hispanohablantes, no es más que el mayor genocidio de la Historia. Con un par.
La manipulación y la distorsión históricas son más sui géneris y parciales a medida que los hechos juzgados están próximos al presente. Verbi gratia, la Guerra Civil Española; guerra que perdimos todos los españoles y de la que, setenta años después, se siguen exhumando miles de fémures de milicianos y alguna rótula de falangista.
Pues en vez de jugar a los paleontólogos, podíamos rescatar la memoria histórica de todos y cada uno de nuestros antepasados, de los que participaron en la Batalla de Las Naves de Tolosa y de los que se batieron en el Sitio de Luchana; de los cristianos viejos y de los conversos; de los ilustrados y de los iletrados. No hay un solo español, por muy nacionalista vasco o independentista catalán que sea, que no posea genes de los que cruzaron el continente americano, atravesando desiertos y ciénagas infestadas de sanguijuelas; de los que repoblaron las tierras de la Reconquista; de los que echaron a tiros a los ejércitos de Napoleón o de los que tallaron las piedras con las que se construyeron las catedrales de Burgos o Toledo.
La historia es un patrimonio que debemos conocer, respetar y divulgar y dejar de preguntarnos si el abuelo de nuestro vecino luchó al lado de Miaja o de Queipo de Llano porque de lo que no hay duda es que su abuelo, al igual que los míos, luchó por España. Los que no quieran saber de donde vienen, quienes les precedieron y como han llegado hasta aquí, que no lo hagan, pero los que estamos orgullosos de nuestras gestas, victorias, derrotas, errores y aciertos, exigimos el más profundo y sentido de los respetos.

2 comentarios:

Juan Luis Álvarez dijo...

Querida Tosca, como siempre me enorgullece oirte/leerte hablar de España, a mí también se me llena la boca al hacerlo, ahora bien, al igual que los alemanes tienen muy presente su pasado y no se sienten orgullosos de él, nosotros por menos, no podemos estar orgullosos de todas nuestras gestas y sí deberíamos definirlas en su justa medida.
A lo largo de la historia, eso mismo, la historia, no ha sido nunca una, y siempre, más bien, la han contado los vencedores. En ocasiones sucede que los supuestos vencidos toman fuerza e imponen una visión tremendista y victimista de la realidad, pero al fin y al cabo la realidad es algo que construimos en el presente, al menos la de hoy, de modo que lo que nunca ha pasado, a fuerza de repetirlo puede volverse tan real como un piedra, que si no estaba aquí, se ve mueve y punto. Sinó que se lo pregunten a los holandeses y su visión de la construcción nacional.
Quizás el problema que tengamos ahora sea un problema educacional y no revisionista, ya que lo uno lleva a lo otro, aunque no recuerdo una etapa de la historia en la hayamos vivido en un país fuerte y cohesionado.

Anónimo dijo...

Querido Juan Luis,
Por supuesto que no podemos estar orgullosos de todos los episodios de nuestra historia. Ningún país puede estarlo. Pero si creo que tenemos que estar orgullosos de haber llegado hasta aquí, con todas nuestras grandezas y nuestras miserias, nuestros triunfos y nuestros fracasos. De cualquier manera, ¿conoces algún país que haya tenido épocas fuertes y cohexionadas?. Es para hablar largo y tendido del asunto. Contigo, un placer, como siempre.