jueves, 12 de abril de 2007

EN EL BURLADERO (II parte)


Y es que los nacionalistas son muy sensibles. Ya lo decía Schopenhauer: “Quien es cruel con los animales no puede ser buena persona”. Puede que los nacionalistas sean necios, ignorantes, manipuladores o estúpidos pero buenas personas, como el que más. Así que si unimos su sensibilidad a su bondad entenderemos la repulsión que les produce la contemplación de un burlaco de 500 kilos con seis banderillas clavadas en el lomo. Si a esto le sumamos que las banderillas están adornadas con cintas rojas y amarillas y que la banda de la plaza se arranca con “Soldadito español” a ritmo de pasodoble, la visión les puede producir un estado cataléptico irreversible.“Pues que se queden en casa, que nadie les obliga a ir a los toros” pueden decir algunos. Ya, pero tiene que ser muy duro para ellos intentar echar la siesta (perdón, que no echan la siesta, que la siesta representa la holgazanería legendaria de los españoles) o jugar a la petanca (¿la petanca es española?) mientras a unos metros o a unos kilómetros, unos toreros, desalmados y sádicos, se entretienen clavando en esas corniveletas criaturitas del Señor, toda suerte de instrumentos cortantes para regocijo de las masas. Normal que no quieran ser españoles. Ahora bien, si toda la energía que gastan en acabar con las corridas de toros la emplearan en defender a los cientos de españoles que están amenazados, cuyas libertades han sido cercenadas y que son denostados y agredidos por defender sus ideas, las cosas serían muy distintas. El Gobierno canadiense acaba de inaugurar la temporada de caza de la foca arpa. Su portavoz ha manifestado que la caza con garrote es incluso menos cruel que los métodos utilizados en los mataderos comerciales. Para este año, se han limitado las capturas a 270.000 ejemplares. Será cuestión de mandarles a Carod Rovira y compañía. Ya verán como en un plis-plas acaban con las matanzas. Y con Canadá. Y con la Commonwealth. Y con lo que se les ponga por delante.

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